Aún no podía creer que allí se encontrara
Amalia. No cabía en mi mente pensar que Mercedes había hecho aquella jugada.
<<Mercedes no es capaz>> pensé y justamente el mesero me conducía a
una mesa diferente.
-Por aquí señor- me dijo Ramón, el mesero,
señalando tres mesas más debajo de donde estaba Amalia.
Me
senté y rápido el mesero fue a buscar la carta. No podía creer que Amalia
estuviera allí y tan linda que estaba. Un traje azul más abajo de la rodilla
con un escote en la espalda, unos tacones negros que hacían juego con un bolso
pequeño que se encontraba sobre la mesa, muy maquillada y con el pelo muy
arreglado para ser una simple cena. Un olor a perfume frutal se apodero de mi
nariz al mismo tiempo que la persona que lo traía puesto, un caballero alto y
elegante pasaba por mi lado. Tenía que tener algunos treinta años, llevaba una
barba bien cuidada y su pelo, corto. Aquel hombre llevaba un Rollex en su
muñeca, un traje gris muy de su talla y una colonia muy cara. Fue directamente
a la mesa de Amalia y esta se puso de pie. Le dio un abrazo y un beso
apasionado y volvió a acomodarse. Esta vez el hombre quedaba frente a mí y podía
ver su rostro perfecto, ojos canela, nariz perfilada, sonrisa muy cuidada. Se
me hacía familiar, pero no concebía saber dónde lo había visto antes.
-Vaya premio se buscó Amalia.-tome una copa
de vino, cortesía de Mercedes y la vacié al instante. Ya en mi interior se
cuajaban los sentimientos e iba captando lo que de verdad sentía por ella.
-¿Desea un aperitivo o sopa? – Ramón era
muy simpático (Era su trabajo) un bigote espeso lo hacía lucir mucho más mayor
de lo que era.
-No, gracias. Tráigame lo que me dejo
Mercedes. Por favor.
-En breve.
Mis
sentimientos de verdad excedían mis expectativas, no sabía que le tenía tanto
cariño. Pensaba que sus sentimientos hacia mi eran semejantes. Aquella vez en
el bosque me transmitió todo lo contrario, su cuerpo fue mío y el mío de ella.
No había transmitido sentimientos así en largo tiempo y ahora que lo hacía me volvían
a fallar. Solo quería ir donde se encontraban ellos dos, pero no tenía la
fuerza de hacerlo y además ¿Qué sacaría con eso? No soy de esas personas que
van por la vida obligando que las personas sientan cosas por ellos. No, yo soy
del tipo de persona que si no sientes nada por mí, te puedes retirar y aunque
me haga daño se sobrellevarlo. Pero detesto que me hagan creer ilusiones, que
me hagan perder el tiempo que tan valioso es para mí.
Al
llegar a este punto no sé por cuantas copas voy y la botella ya casi se vacía,
me sirvo otra copa y pido a Ramón una nueva, esta va por mi cuenta. Que
Mercedes se vaya al carajo. Por culpa de ella es que me siento así, si ella no
me hubiera reservado esta cena seguiría bien. Ahora me siento una basura,
pensando que Amalia solo me utilizo y la odio más y más. Quiero ir allí y que
vea mi rostro, vea mis ojos y se sienta peor por hacerme creer algo.
Ya
la segunda botella iba por la mitad y el regalo de Mercedes, una caja de líneas
negras y roja estaba frente a mí. Al
abrir el regalo me lleve la sorpresa de que era una cámara nueva, inclusive había
salido al mercado hace unas semanas. Fue un gran detalle. La volví a guardar en
la caja y vacié otra copa y decidí ir a tomar aire fresco. Deje el regalo sobre
la mesa y le indique a Ramón que lo dejara en la recepción, que pasaría mañana
por el mismo. Al ponerme de pie el mundo
daba giros y me llevo algunos segundo adaptarme al entorno. Tome la botella de
vino y al pasar por la mesa de Amalia me deje sentir. Ella se reía a carcajadas
y aguantaba la mano del abogado. Al verme, su rostro palideció, se ahogó con la
risa y rápido soltó el brazo del susodicho. Era como si hubiera visto un
fantasma, en mi cara se dibujó una cara de satisfacción y luego de desearle
bonita noche. Escuche a mis espaldas como Amalia me decía.
-Lo siento mucho Gael, no fue mi intención.
Eres un gran amigo.
<<Un gran puto amigo. >> La
mire, alce mi mano y solo le sonreí diciéndole.-
no te preocupes, entiendo.- Salí del restaurante dando tumbos y los deje atrás.
Amalia hizo el intento de seguirme, pero la detuve diciéndole que todo estaba
bien, que subiría a mi habitación.
Ella
se lo creyó, salí del hotel a tomar aire y divague por las calles tomando lo
que quedaba del vino. La termine y entre a una licorería, compre un Gin Tonic y
llegue a un parque. Un árbol recibió mi vómito, me limpie con la manga del gabán
y seguí tomando. Fui a parar a otro árbol, en el piso sentado reflexione todo
lo que había sucedido. Desde mi ex, mis aventuras y Amalia. Pensé que era hora
de volver a casa, de dejar de mentir ir con mi familia, ser aquel Gael que
todos querían. Dejarme llevar por toda la sociedad y dejar a tras mi sueño. Pensé
en que ya era hora de hacer eso o escapar de este mundo. Tampoco sería la
primera vez que lo haría, cuando adolescente estuve recluido en una clínica por
algunos meses y antes de venir al extranjero paso lo mismo. Estando acá también
lo intente, pero nadie se percató. Veo que mi mundo se apaga y al abrir los
ojos una luz me ciega por completo, me siento devastado.
El
día me sorprendió en el parque, tal si fuera un vagabundo, con la ropa de la noche
anterior y los recuerdos amargos de Amalia. Chequeo el móvil y veo algunos
mensajes de Amalia, los cuales ignoro por ahora. Me pongo de pies y sigo
caminando, al cruzar la calle no me percato y un carro toca su claxon, el mundo
se apaga mientras un colmenar de imágenes pasa por mi mente...
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