Todo carecía de sentido aquella mañana que abrió
la puerta del apartamento. Un olor intenso a humedad le abofeteo y se le introdujo
en los poros, aquellas paredes azules carecían del brillo que años atrás las adornaba,
las paredes blancas de la cocina tenían un color naranja podrido y los enseres eléctricos
carecían de toda electricidad y era un ecosistema lleno de cucarachas. La radio
soltaba bocanadas de melodías poco escuchadas y entrecortadas por la
interferencia del tren que comenzaba su paso por las vías. Todo el edificio se hamaqueaba
estrepitosamente y se acumulaban los chirridos, del tren, en la piel haciendo
suyas tus células. Las influencias del transporte duraban algunos 5 minutos lo
cual era suficiente para perturbar la masa muscular. Unas fotografías colocadas
en la repisa daban indicios de un tiempo feliz. La mesa de la entrada era
decorada por una instantánea de una pareja feliz. No podía percibir muy bien la
fotografía e hizo un intento fallido por tomarla. Se agacho a la altura de la
mesa y haciendo un esfuerzo escudriño la mirada para ver a través de la telaraña
que adornaba el marco. La imagen reflejaba a una pareja. El de cabellos rubios,
labios finos, ojos negros, cejas marcadas, nariz perfilada, hombros anchos, un
brazo sujetaba la cámara y otro lo tenía tras el hombro de la chica. Ella, de
pelo negro, ojos verdes y mirada penetrante, delicada de facciones, tenía los
labios rojos en un gesto como si estuviera tirando un beso y a la misma vez
guiñaba un ojo. El por su parte tenía la lengua fuera de los labios en forma de
burla; parecían ser felices. Al pasar por el frente de un espejo su reflejo era
algo perturbador, aún tenía los ojos verdes penetrantes, pero su cabello carecía
de color y sobre su mejilla un hueco lleno de gusanos salían a relucir, el
miedo se apodero de ella y un instinto de protección la acogió, corrió hacia el
baño para ocultarse sin saber de qué o quién. La puerta del baño en la cual un
tiempo fuera blanca estaba astillada y justo al lado un yacía un hacha. El
miedo le corrió por las rígidas venas y se le dilataron las pupilas. Un recuerdo
le salto frente a la vista y el apartamento volvió a estar como estuvo hace
tres meses; cuando era feliz junto a su novio. El hacha había sido usada para
destruir la puerta del baño donde ella se ocultase aquella fría noche de
noviembre, cuando su novio la quería, por alguna extraña razón, asesinar. Se disipó el recuerdo y ella, ya en el baño, fue hasta el lavabo y lo abrió. El agua
que corría a través de la cañería tenía un color verde y volvió a cerrarlo, instantáneamente.
Miro al espejo y se tocó la mejilla donde se reflejaba el agujero, pero allí no
había nada, solo lo veía. Los sonidos en la puerta no se hicieron esperar; era
él que venía a por ella. Un arma de fuego reposaba sobre el tanque del inodoro,
pero ella no se percató que esa había sido el arma que le había quitado la
vida. Dio algunos pasos hacia atrás tropezando así con la bañera, despejo la
cortina de baño y al instante él abría la puerta. Era un espectro harapiento,
blancuzco y al cual le faltaba un ojo. Ella no sospechaba que luego que cometiera
el acto de asesinarla, él se había suicidado. Se percató que su cuerpo aún se
hallaba en la ducha en un estado de descomposición muy avanzada, tenía el agujero
de la mejilla y sus ojos, abiertos, reflejaban temor. No pudo más que pensar
que todo había sido un sueño. Le dirigió la mirada al espectro que desde la
puerta le hacía señas para que lo siguiera, ella lo hizo. Este la llevo hasta
el armario donde el cuerpo se encontraba en igual estado de descomposición que
el de ella. El espectro agacho la mirada haciendo un gesto de arrepentimiento,
ella le beso la mejilla y le sostuvo su mano. No quedaba más que estar juntos
en el otro plano y aventurarse en el mundo de los inmortales.
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