Una tormenta espantosa se desataba en el
exterior de aquel cuarto decorado como para un niño. Las sabanas tenían un
estampado de dinosaurios que hacia juego con unas cortinas que cubrían la mitad
de las ventanas. Por la otra mitad se esparcía el rápido resplandor de los
relámpagos y cubrían la habitación de un violeta aterrador. En aquella
habitación y bajo aquellas sabanas de dinosaurios se encontraba Francisco. La
tormenta se fue acrecentando y un relámpago volvió a iluminar
el cuarto, esta vez trayendo consigo un estrepitoso trueno que sacudió toda la
casa y despertó de aquel profundo sueño a Francisco que despertaría con los
ojos color rojo fluorescentes y las pupilas dilatadas. La tormenta, extrañamente seso y todo el complejo quedo a oscuras. Él
sabía dónde se encontraba, nunca olvidaría aquella estancia donde noche tras
noche lloraba bajo las mismas sabanas que lo cubrían y tampoco olvidaría el mundo que había
creado bajo su cama. Se puso de pie y el
primer pensamiento fue, << ¿Dónde está Miranda? >>.
En
ese preciso instante Miranda despertaba y tenía sus greñas en un tono violeta
azulado, estando al tanto de todo lo que le rodeaba. Despertó en una habitación
lúgubre y con un olor a salitre muy penetrante, había despertado en un colchón
de líneas o eso fue en algún tiempo, húmedo, apestoso y al parecer lleno de
animalillos extraños. Aquella estructura era conocida por Miranda. Esta se
encontraba en el faro que le pertenecía a su abuelo, donde ella le gustaba estar
y pasaba los veranos pintando los horizontes en unos lienzos que su abuela
colgaba en la sala. Y otras veces pasaba las tarde escribiendo historias de capitanes que
luchaban con criaturas del mar y que naufragaban hasta ser encontrados por sirenas que los transportaban a islas de pescadores. Muchas veces soñaba que era
sirena y podía viajar leguas en el mar para descubrir lugares nuevos. Pero ahora el faro no le pertenecía a su familia y por el aspecto de la habitación dedujo que estaba abandonado. Pensó en Francisco y en ese instante unas arcadas le
abatieron el estómago y expulso las bilis. Un fuerte dolor de cabeza se
apareció y cuando fue a tocarse donde le dolía, sintió el pelo húmedo, al
mirarse los dedos descubrió que era sangre. Asustada, fue en búsqueda de un
espejo. En una esquina del cuarto, en el suelo, había un espejo medio roto y
lleno de manchas, pero aun así servía para algo. Lo alzo y busco allí donde le dolía
para ver si había tenido una fractura. Para su sorpresa, cuando despejo los
cabellos lo que encontró fue un poco perturbador. Se topó con que tenía incrustado
en su cuero cabelludo un objeto de metal del tamaño de una cajita de fósforo,
que tenía unas inscripciones y unas lucecitas de diferentes colores (azul, rojo, verde y
amarillo), que brillaban alternamente. Al tocar la cajita una corriente fría le recorrió el cuerpo y soltó
un chillido tan fuerte que no se sostuvo en pie y cayó al piso gritando y
tapándose los oídos.
El
cuarto de Francisco era semejante al que había tenido hace más de 5 años y no
se explicaba como había llegado hasta allí. Comenzó a recorrerlo en búsqueda
de una especie de pista que pudiera descifrar si era una ilusión. Su
premonición llegaba hasta el momento de la explosión, luego de ahí no tenía más
recuerdos. Pasó frente un espejo y en ese momento se asombró del color de sus
ojos. Estos se habían adaptado a la oscuridad y ahora tenían una pupila igual
que los felinos, pero de un color verde fluorescente que le hacía ver en la
oscuridad perfectamente. Comenzó a buscar los bolsillos del pantalón a ver si
aún tenía sus pertenencias, pero no las descubrió, se habían apropiado de sus
cosas. En ese momento se percató que la pared del espejo tenía un cable extraño y
antes de que lo tocara un chillido proveniente de la planta baja de la casa le
llamo la atención y decidió ir a por el sonido, pero cuando abrió la puerta de
su cuarto todo se transformó en algo confuso, aquello que veía no era el pasillo de su
casa y mucho menos era un pasillo, él permanecía en su cuarto pero frente a el había una isleta. Al salir de la habitación esta aun seguía a sus espaldas con la puerta abierta, pero al frente lo que había era un faro que producía aquel sonido tan
perturbador. Francisco derribo la puerta
del aposento con un poder que había estado practicando mucho y aquella vez lo había
puesto en práctica. El mismo constaba de manipular los objetos con las manos a
distancia. La puerta salió expulsada a un lugar donde no fue percibida. Una tormenta se intensificaba y los rayos comenzaban a manifestarse por todos lados
y rompían con el dicho popular de que el rayo no cae dos veces en el mismo
lugar. Aquellos rayos eran creados por algo superior y muy vengativo. Ya dentro
del faro, Francisco busco la típica escalera de caracol en el centro y la encontró, mientras subía al lugar de donde provenía
el ruido, un ligero pensamiento se le pasó por la cabeza. Él nunca había estado
allí, pero se dirigía a un lugar que extrañamente se le hacía conocido. Llegó a
una puerta blanca que tenía unas grandes manchas de salitre pegadas y decidió
tirar de la perilla y buscar el ruido que tanto le lastimaba. Al entrar en el cuarto, se encontró con que Miranda era la fuente del ruido y que se encontraba echa un ovillo en
el piso, tapándose los oídos y gritando. Ella se percató de la presencia de este y lo
miró pidiendo ayuda. Francisco fue a donde ella y le dijo:
-Me alegra saber que te encontré. No sé dónde
estamos, pero saldremos de esto. Te lo aseguro-
-Ayúdame, este sonido no me deja en paz.- en
ese preciso momento la caja dejo de chillar y el mundo se sumió en un silencio espeluznante.
Se escucharon pasos que provenían desde abajo y que subían las escaleras, los pasos se detuvieron justo frente a la puerta de la habitación que los reguardaba, ;a perilla giro y fue abierta, mostrando la silueta de una
mujer alta, con un parcho y una gran cicatriz en la mejilla izquierda que tenía
origen en la oreja y culminaba en el mentón, su pelo era una especie de
maraña disuelta y el único ojo que tenía, divagaba y corría a todos lados.
Mostró unos dientes puntiagudos y amarillos y una espesa baba rosa le corría
por la boca, escupió y se abalanzo hacia ellos. Francisco alzo sus manos y la
mando a volar a la pared más alejada y emprendió la huida con Miranda. Al salir
de la habitación, cerró la puerta y fue a bajar las escaleras, pero al mirar hacía
abajo se percató que había personas subiendo por las escaleras y que les era
imposible bajar, así que subieron a la parte superior. Ya la cúpula del faro había
desaparecido, igual que la tormenta y ahora un cielo estrellado se vislumbraba
sobre ellos. Aquel cielo donde se escondían miles de galaxias comenzó a girar
extrañamente y los transportó a otro lugar donde no recordarían nada.
De tras de todo eso se escondía la OMPECDF y su laboratorio raquítico.
En dos camillas se encontraban los cuerpos de Miranda y Francisco, enredados en
miles de cables, adormecidos bajo medicamentos y con la caja de luces incrustada en la cabeza
de los dos pacientes. Las imágenes eran transmitidas en una pantalla enorme y muchas
personas con batas blancas y con libretas de apuntes, monitoreaban todo lo
sucedido. Desde una puerta corrediza y con una bata negra, salió la vieja con
el parcho y les dijo a todos.
-Ha funcionado, ahora comienza la segunda
etapa.