Cada día me toca enfrentar la sociedad que
me mira despectivamente por ser diferentes a ellos, pero a mí me da igual, ahora, aunque antes no era así. Hoy el día amerita usar chaqueta y busco en la percha
lo que debo ponerme, al fin decido y salgo a la calle a enfrentarme como
cada día a todos los sucesos que puedan suscitarse. Ya no tengo que ocultarme, aprendí
a quererme como soy, valoré saber que soy “especial” por los poderes que tengo
y aprendí a manejarlos bien. Mis poderes llegaron cuando a los 10 años un auto
me atropello y me dejo en cama durante 4 meses,
según me cuentan, pero para mí fueron algunos 3 días. Durante ese estado me
pasaron muchas cosas, vi la vida en un futuro
y todo lo que pasaría al llegar este día. Supe lo que pronto pasaría, pero no quise asustarla. Luego que desperté
del coma toda mi familia tuvo sentimientos encontrados. Por un lado mi padre
quería verme muerto, no se asusten, él solo quería evitarme el sufrimiento que
en años siguientes vendría. Mi madre solo lloraba desconsoladamente y mis
primos, tíos y parientes, me miraban de una manera extraña. Al cabo de un rato
de despertar del coma llegó el doctor, lo recuerdo aún, con su cara marcada por
el acné y unas ojeras del diablo por la guardia que quizás estaba montando. El
doctor Sánchez era una especie de generalista extraño, sabía mucho de
enfermedades raras y les había explicado la situación de las consecuencias del
accidente. Dirigiéndose a mí con unas palabras de condolencia que aún recuerdo, << Francisco ahora tienes algo especial y te
pido de favor que trates de manejarlo bien. No es tú culpa el llevarlo. >>
Yo estaba embebecido con lo que decía el Doctor, no podía captarlo. Pase un
largo tiempo en mi casa y allí fue donde descubrí lo que podía ser capaz de
hacer. Podía mover cosas con mi mente al igual que podía destruirlas, mis ojos
constantemente cambiaban de color según mi estado de ánimo, muchas veces
conseguía introducirme en la mente de las otras personas y hablarles, era muy
divertido hacerlo y hacia algunas cosas más. Fui creciendo y mis poderes se intensificaron
a tal punto que me expulsaron de la escuela por tratar de persuadir a mi
profesora de ciencias para que no diera un examen. Así pase la mayoría del
tiempo, en mi casa donde me impartían clases. Mi tiempo libre lo abarcaba en leer
libros, escribir, leer sobre mis poderes, hacer búsquedas en Internet y
prepararme para el día que pronto llegaría.
A
la edad de 18 años, mis padres fueron asesinados en un asalto a mano armada
dentro de mi casa, ese día yo había salido y no presencie el acto, pero al llegar
me topé con la desgarradora escena. Lo que no sabía esa persona es que
pocos días después me la encontraría en la calle y en su mente cargaba aún el
crimen como cargaba el reloj de mi padre en su brazo. Aquello fue la gota que colmó
el vaso y lo asesine en público, todos me vieron y a mí no me importo, fue un acto
sin pensar y el cual me llevo a la cárcel, porque aunque mate a un criminal me convertí en uno, por no dejarle el espacio a las autoridades. Cumplí dos
años, pero luego persuadí a alguien para que me sacara. Seguí entrenándome y
busque los lugares donde habían más personas como yo, pero desconocía
totalmente la existencia de Miranda.
Ahora en el tren veo que la muchacha que está en frente le cambia el
color de pelo a unos tonos muy bonitos y trato de entrar en su mente para decírselo,
pero me es muy difícil. Espero a que se envuelva más en sus pensamientos y al
fin consigo entrar y le digo.
-Qué color tan bello.- y me rio.
Ver su cara fue esplendido y quizás ya ella haya contado esto en su
libreta, como yo hago respectivamente. La miro fijamente y le digo.
-Tranquila con lo que va a pasar, todo estará
bien. Confía en mí. – Lo dije sabiendo que ella preguntaría.
-¿Tranquila? ¿Qué pasa?- su cabello se tornó
de un rojo claro, dejándome saber que se había puesto en alerta.
Le
explique que esto ya me había pasado y que dentro de algún rato iba a pasar
algo que no sabía cómo explicarlo, pero que sería grave. Ella por su parte no entendió
y se puso de pie. Yo me puse de pies al mismo instante que algo estallo a mis
espaldas y me lanzo frente a ella, tirándonos al suelo. Todo el ambiente se nublo
y pude ver unas siluetas negras que se abalanzaron sobre nosotros. Miranda
trato de correr, pero le fue imposible. Yo trate de resistirme a las personas
pero sabía que era imposible. Lo único que pude leer, antes de perder el conocimiento,
fue unas siglas extrañas que leían OMPECDF o como ya había averiguado que se
llamaban “ORGANIZACIÓN MUNDIAL PARA EL
CONTROL DE FENÓMENOS.” En ese momento vi el rostro tatuado de un hombre y
luego sentí el puyazo eléctrico de algo, que me dejo inconsciente.
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